lunes, 9 de marzo de 2009

José María Fernández Nieto



POEMA PARA UN ARTESANO LLAMADO JOSÉ

María, en Nazaret, era la esenciapurísima del júbilo y del gozo;y tú, el callado manantial, el pozodonde bebía el sol su transparencia.María era la flor de la ternura,el vuelo angelical de la paloma;y tú, José, el regazo de su aroma,el íntimo caudal de su hermosura.María era la mar de la belleza,la inmensidad de Dios que se hizo esposa;y tú, José, la playa silenciosabañada en pleamares de pureza.María era el Amor que halló cobijoen la flor virginal de su regazo;y tú, José, el aliento y el abrazodonde aprendió su humanidad el Hijo.María era la madre que sabíacuidar la casa, preparar la mesa;y tú, José, el camino, la promesade hacer de Dios un Hombre cada día.Oh, santidad la tuya, tan ingrave,tan oculta, José, tan amorosacomo la gracia humilde de una rosaque regala su aroma y no lo sabe.Oh, temblorosa mano carpinteraque en gotas de sudor y de alegría,bajo el amor de su carpinteríaversificó en plegarias la madera.Oh, santidad de urdimbres laborales,desazón de raíz corredentora,fuente callada, sordomuda aurora,árbol de ruiseñores celestiales.José Amor, José Cielo, José Fuente,José Silencio, claridad sin brilloque hizo oración de todo lo sencilloen su taller de amor, sencillamente.Manantial de prudencias, hondo ejemplode discreciones, cátedra artesana,noche sonora y tímida mañana,hogar de gozos con olor a templo.Mira, José, este mundo que habitamos,huerto de olvidos, muladar de goces,este orfeón de gritos y de voces,esta coral de penas que lloramos.Tú, José, jornalero de ternuras,artesano de lirios laborales,enciende en nuestros músculos, cirialesy lámparas en nuestras amarguras.Tú, que tuviste a Dios entre las manosy se las ofreciste encallecidas,ofrécele el sudor de nuestras vidaspara ganar el pan de ser cristianos.José, peón de la bondad, obrerode Dios, puebla de gozo los talleresy ordena el mundo como tú lo quieres,como una ofrenda hacia el Amor primero.Tú, que con la ternura de Maríahiciste de tu hogar un santuario,haz de nuestros sudores un rosarioque sepamos rezar con alegría.Porque desde que tú, José, maestrode amor, hiciste salmos de tus músculos,el trabajo es ofrenda de crepúsculos,avemaría, salve y padrenuestro.Y se llama José la reciedumbredel sudor, la ansiedad de la herramienta,José el esfuerzo y el afán que alientaal corazón para avivar su lumbre.José se llama la humildad sencilla,el silencio del hombre que labora;José, la desazón abrasadoraque va rezando surcos en la arcilla.José la recia hondura del minero,José la dura brega metalúrgica,José la espera, la oración litúrgicadel mar cuando regresa el marinero.Oh, divina y humana artesanía,enséñanos, José, tu amor, tu huellay déjanos, como señal, la estrellamaternal y amorosa de María.

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